miércoles, septiembre 27, 2006

H.C.E. (Here Comes Everybody)

Si llegaron hasta acá vengan conmigo. Yo invito.
Adriano.

martes, agosto 29, 2006

Don't let me down

No hay quizá cosa más triste en el mundo que las separaciones. Porque algo se nos pierde cada vez. Como cuando (por decir un ejemplo) los Beatles dejaron de tocar juntos. Sin embargo ocurrió también que ese recuerdo recibió la unción de la nostalgia.
Todo llega finalmente. La palabra más sencilla basta para petrificar el mundo en una gota de ámbar. Puede que de nuevo te parezca ahí que se te pierde algo. No obstante aún llegará también para ello la unción de la nostalgia. Entonces sonreirás lo mismo que los otros que ya han perdido algo antes que tú. Porque habrás comprendido -libre ya de toda esperanza- cuán triste puede ser el mundo aquel en el que (por decir un ejemplo) los Beatles no se separaron nunca.
a los tres que llegamos hasta acá y encontramos cada cual un desvío
a Valeria, semper
Adriano.

sábado, abril 22, 2006

Rebelión Romántica

Para Belén (las únicas razones reales son las que no tienen razón)
Ayer me encontré buscando guiños en el Poema del Mio Cid. Antes, en el Análisis Estructural del Relato, en el Curso de Lingüística General, en la receta de un Lemon Pie, en un frasco de champú.
¡Error!
Mio Cid era un vasallo del Rey Alfonso; Barthes dividía la novela en dos frías partes: Historia y Discurso; Saussure decía que los signos son arbitrarios; el Lemon Pie no es más que un postre inglés; los champús están hechos de detergentes y perfectos químicos.
Sin embargo, seguí con el sondeo. Y tarde encontré que en la Biblioteca estaba la dudosa respuesta: La Rebelión Romántica.
Luchas contra molinos de viento. Relatos que redundan. La voz de Borges que asegura: “Un idioma es una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos”. Los ingredientes para tomarse el té con bufones, que escribió Carroll. Las Instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight, que tramó Mandeb.
Y todo esto me lleva a cenagosas especulaciones:
Si un tipo empezó una revolución desde la cama, ¿porqué no podemos destruir las calculadoras, ponerle dibujos surrealistas a la Tabla Periódica, hacer charcos de espejos con el mercurio de los termómetros, utilizar los satélites para capturar estrellas?
La Rebelión Romántica, además de cursi, es inútil. La vida es una lucha contra la inmune muerte. Cada historia de amor termina en el hastío. Las flores se marchitan. Los amigos se mudan.
Ante todo esto, sólo queda un fugaz gritito. Un chapuzón en medio del océano. Sin embargo, me parece que es la única postura con la que puedo encarar al Universo que me condena a la indiferencia.
Y si bien ya todo se deshace, aún tengo esperanzas de ver el Aleph, de dibujarle algo al Principito y de seguir con el pregón: ¡Strawberry Fields forever!
Pese a que mi vida sea una ficción capciosa y una Literatura en desuso, hecha de cartulina y de figuras retóricas.

28-III-2006
E.D

Estertor de alegría

Un bloque de cemento rajado obstruye la entrada del planeta imaginario. Muecas de hastío se cuelgan de las jetas de los que pasan por ahí, con un cigarro y una botella de cerveza en la mano. Dicen que se debe poseer sortilegio o una llavecita de mercurio para comprender el Cosmos.
Su traspaso es inútil, me prometen.
No creo en la supernova más que en un caño que tira el Morocho en un potrero. Sé que oscilar es el vicio común de los Sabios. Mas, la inacción es el trago popular entre los Incautos.
Y el amor en las calles desangra sus pedidos de caricias.
Porque estuvimos en la costa de la ceguera y del brillo, pero sucumbimos ante lo magnánimo de las Ciencias. Y ella nos diplomó con honores por tanta alabanza.
Pero yo ya no creo.
Porque sé que encontrar placer en los suburbios es fácil, pero en las cúspides de la mitología todo tenía coste. Hasta el alma o la condena eterna.
Sea el precio que sea, yo me animo a pagarlo. Pues si alguien quiere paladear un poco de lo que la felicidad es, debe abonar la suma con números que nunca se han escrito, por colosales en cifras.
Aquí está mi aporte, poco más de doscientas ochenta palabras. Sumado a todo lo que Alguien me ha cobrado, por unas caricias que supuse eran el Amor.
Es lo que soy: Un Orgulloso Estafado que se jacta de haber perdido en todo lo que participó, pero que siempre tiene ganas de jugarse, aun más no sea por un beso, el alma.
Porque es la única forma de eludir la carga de ser Alguien y la vergüenza de saberse mortal.


Viernes, 0:27 A.M
03-III-2006
E.D

domingo, marzo 19, 2006

Narciso

Tan inmensa era la amistad que nos reflejaba que una tarde nos propusimos compartirla. Nuestra mesa en el bar reservó desde entonces una nueva silla y agregó a nuestra cuenta creciente otro vaso que no se vaciaba nunca. Poco nos preocupaba que nadie llegara hasta la hora de marcharnos. Porque no era precisamente la generosidad lo que nos hacía falta.
Hasta que un día se arrimó a nuestra mesa una señorita mezquina. A ninguno quitó nada menos que al otro. Ella bebió por igual de mi vaso como del vaso de mi compañero. De tal modo que a la hora de la cuenta quisimos ambos demostrar la solicitud que a cada uno distinguía. Y al mismo tiempo nos apuramos a asumir la parte de la cuenta que no era la que le correspondía.
No puedo asegurar que haya sido él o yo quien reprochó primero. Lo cierto es que luego de un áspero desacuerdo nos juramos una vasta enemistad. Por eso, en el rincón opuesto frente al espejo se sienta ahora alguien que, lo mismo que yo, reserva una silla en blanco. E indica al otro mozo del bar que le acerque lo de todas las tardes. A cuenta de cada cual quedará para siempre otro vaso que quizá no se vacíe nunca. Incluso es probable que sea el otro y no yo mismo quien ubique el punto al final de esta palabra.

¿Quién fabricó este cuento, Dani? ¿Vos? ¿Yo?

A.

lunes, febrero 27, 2006

Bajo el puente

Observo el desamparo y tráfico de las bibliotecas que nunca leeré. Y las tardes azules que van luego al amarillo, luego al rojo, luego al negro. Y un teléfono que suena en una casa deshabitada y de golpe corta su pitido. Como si a veces alguien atendiera.
Aseguro que, salto al vacío es: el que dan los rencores y las penas en un vaso de licor de chocolate o en una copa de sidra. Muchedumbres belicosas que pelean contra las fuerzas del orden en los tugurios exiliados. Bebés que lloran en la nursery con las bocas ávidas de sustento.
Pregunto ¿cuántas migraciones soportó la zona en la que habito? ¿Cuánta glaciación y decoro? Nada más que puñados de trastos quebrados y manteles con salsa.
Y otra vez, cuestiono sobre las cosas que me aterran... Y bajo el puente, el linyera suplicó le diera aunque sea un último trago...
Un sorbo que supe amargo luego de que el presente me cortara las venas.
Porque los autos, camiones, bicicletas, caminantes, pasaban por arriba, y el río enfrente y el Otro se me antojan como inabarcables. Como ingobernables.
Como una osadía de la pena indisoluble que soporto con berrinches.
Como una alegoría de la vida invivible que me tocó en suerte. Que a veces me miente con terrones de azúcar, que confundo (adrede) con besos.
25-II-2006
E. D.

miércoles, febrero 22, 2006

Tren nocturno

Es noche y algo en algún lugar, algo deberá. Se descubre en la lejanía, entre letanías, algún zumbido de carga, algún traqueteo de vagón. Esto es Bs. As.: La furia que acontece como tren imparable: Qué trayectos se estarán uniendo, quién en mis trayectorias me estará: No sé qué más decir, no sé qué más dormir. Otra vez me descubro fuera de sueños, me describo fuera de todo, lejos de nadie, del todo de mí. Es noche y se confirma insoportable: Hay un tic-tac, un reloj de tiempo, una bomba de: indiferente, parece dispuesto a verme morir, a hacerme suicidar. Ya no creo el tiempo me entienda, pierda su tiempo en concederme piedad: Éste que discurre entre el mundo ajeno y el que yo quise crear, ser, alcanzar, ya no permite chances, ya no afecta pretexto alguno de reparación. No tengo sentido, no encuentro, ninguno, nada mejor. Para qué seguir. Para acaso soportar esta negra colmena agitando dentro, espoleando como aguijones por todos lados, por cada lado de mí: un enjambre asesino atareado en satisfacer a una reina holgazana, silenciosa, perversa, irreverente, que convulsiona profunda, que ni siquiera aún identifico, mas se regodea ansiosa de saberme en su nido: una celda viscosa, dulce y asesina del cual no tengo escape, del cual jamás aprenderé ya a despegar.
Es noche y acaso existe un tren nocturno. ¿Pero qué es lo que esta imagen me ha querido revelar?
De pronto entiendo: El tren, el enjambre, la reina, no existen para nadie, salvo para mí. Y es su inexistencia la que los hace perfectos: Luego, ¿para qué he estropeado la nada, tratando de escribir sobre esto todo? escribir no crea, aun no me crea, no me otorga un recreo a tanta depresión. Es mejor esa máquina, esos insectos que consumen la noche, porque en ellos hay vida sin razones, vida sólo para solo vivir. Qué importan estas letras que las quieren bien tributar. A nadie le interesan estas menciones de metáfora o de grandeza. No sirve, no importa: De qué vale intentar importar.
Luego, es un poco más noche y aún no puedo dormir, no puedo más soñar. El submundo inverso se me atragantó lejos de alcance: no lo puedo, no lo debo ya considerar. Y mañana, si hay para mí existe un, sé que me encontraré, estaré tarde de nuevo, de viejo: Despertaré mal otra vez. ¡Pero qué importa! Quién dice tal vez mejor me quede poco, más pronto tal vez acceda al otro submundo, al más semejante a cualquier ultramundo, de aquellos, el que más hoy se me antojara, el que más hoy descubriera imaginar: Un estrado, un estado que por qué no lo debería ya haber alcanzado, debería acaso logrado ya: Un cosmos donde todos seamos trenes, insectos o la nada: Un mundo nocturno donde saber dejarse viajar. Después de todo, de nada, ¿qué más, qué menos queda? Tal vez sólo el solo aprender a desaparecer, el sólo solo aprender a morir.
¿Pero no habré acaso en esta evasión desaparecido, entre oscuras reinas muerto ya?
Es un poco más noche. Y alguien, algo me dice que ya lo he hecho, ya me he deshecho: Y tantos desechos no dejan espacio para volverme a completar.
M.

martes, febrero 21, 2006

Primus Inter Pares

Lo esencial de la nobleza consiste en forjar sus propios valores. Por encima de todo imperativo moral el alma noble se impone su propio Código. De tal modo que aún cuando obra en el elemento del mal permanece todavía fiel a sí misma. Por eso la iracunda violencia de Aquiles demuestra tanta belleza. Y el suicidio ritual de un Samurai no implica el absurdo de una abolición innecesaria: un espíritu templado en la nobleza conoce que la vida guarda facetas menos admisibles que la muerte.
A.

Hay algo

Con un cigarrillo en la comisura, la caja desnuda, hielo en el congelador, y Bitles en la radio, descascaro unas líneas que, a priori, han de naufragar en mi inconstancia.
Sólo unas cuantas palabrejas, nada más.
No podemos manufacturar la felicidad (eso es cosa de griegos). No podemos tramar la lluvia (eso es cosa de caciques). No podemos inventarnos (eso es cosa de dioses o de sueños —en este caso me permito la redundancia, pues Orfeo es o quiso ser, o quiso que otros le fueran—).
Qué son las canciones sino mendrugos de loas imprecisas. Qué son las poesías sino salivazos de imágenes petulantes. Qué son los sentimientos sino puñales de lava.
¿Qué?
Porque Galileo (¡¡¡Magnífico!!!) remató que sin embargo se movía. Lennon apuró que nadie cambiaría su mundo. Y yo, a modo de testimonio, susurro: Hay algo... algo que no entiendo y me retuerce el alma.
Y ese Algo es lo que soy. Y lo que me justifica de un modo engreído.
Lo demás se lo debo a mis amigos.

19-II-2006 - E. D.

martes, enero 31, 2006

Mandala

No he aprendido todavía a destruir el mandala que en torno de mí voy tramando. (Enseña el Venerable: por la tarde ha de desbaratarse lo que por la mañana ha comenzado). Amenazado en consecuencia por curvas y circuitos concéntricos que proliferan con la misma voracidad de la memoria aprieto cada vez más los tobillos. Apenas en equilibrio como rodeado de abismos.
A.

miércoles, enero 25, 2006

Arena de vacaciones

Uno encuentra infinitos artilugios sintéticos y luminosos en el Bazar. También papeles coloreados, licores, folletines, dibujos y antifaces.
“Acá podés hallar todo lo que buscás, pero nunca lo que necesitás”, susurran las Sirenas.
Quizá en el fondo, donde los árboles de plástico, un morocho petiso expende boletos azules. Los cuales sirven para subirse a camionetas que trasladan el pasaje a salones enormes, donde se aglomera el gentío. Un sol desértico y un clima de aparente fiesta envuelven al aventurero. Es el lugar que escogen los Pudientes y los Secos, para alejarse del Barrio.
Los Cazadores de Sueños, con su clásica mojigatería, se internaron en las calles arenosas, descalzos, y cuestionaron a los Mercaderes. Sus preguntas eran las habituales: Sobre Amores Perdidos, y la Novia Ausente. El significado de la vida y la Muerte. La Verdad y la Mentira. El Todo y la Nada.
Las respuestas les fueron esquivas. Al menos pudieron averiguar cómo conseguir cerveza a tres pesos y pulseritas hechas con cocos.
A los pocos días, como era de suponer, el crédito se les acabó.
Volvieron en un transporte que supusieron era el Cole de las Purgas.
Enzo Lina, decidió que ya no había razones para intentar alejarse del Barrio. Concluyó: “Todos los lugares son iguales. Todos los caminos arenosos y calientes. Todas las respuestas insípidas.”
Y así, como quien busca la Sabiduría en el tacho de basura, los Cazadores de Sueños comprendieron que Cada Lugar es Todos los Lugares.
La Tierra Donde Nadie Muere no existe.
De esta forma, entre anaqueles cromados, juraron que sólo el Arte los justificaría. Y amaron con toda el alma a cualquier muchacha, y escribieron con toda el alma cualquier poesía, y cantaron con toda el alma cualquier canción.
Y enfrentaron con toda el alma a la muerte, en un Bazar que apaga las luces de Neón, cuando uno siente que la Juventud se le escapa entre los dedos como la arena.
Como arena de Playa, en Vacaciones.
E.D.

De Vuelta, de vuelto, devuelto

Ya alguien había escrito eso de jamás regresar: Nunca se retorna a lo que se ha dejado atrás. Mas por una vez quise no creer en los libros. Y por una vez volví, con la lengua alborotada y el palpitante dolor del que no sabe mas duele, por el sólo hecho de saber que tiene algo por esperar:
He tenido una esperanza superflua, siempre la he, de perdonar a Corrientes por lo que no, nunca se interesó en siquiera tentar: Esa cuestión inconclusa de alguna vez predicar en mi tierra, alguna vez serme adulto con la complicidad de esa Corrientes de veredas fracturadas, con la reverencia de sus aguas turbias carentes de profundidad, con el abrazo redentor de su costanera recolectora de huecos, de sombras, de gente incompleta, completa de siesta, tanta siesta como siesta infernal.
Pero Corrientes no, tampoco registró mis registros, nunca se enteró que una vez quise a ella volver. En mi ausencia se encargó de enterrarme para siempre en una tumba de olvido, momificada ella por fuera, retorciéndome yo por dentro, aún iluso por de todos escapar, por a todos sobrevivir. Y aún en esas absurdas exequias, en esa procesión irresoluta hacia la nada que supone vivir estando muerto, tuve que amortajarme para aprender más luego a reconstruirme en uñas y dientes y carne y sangre fresca y caliente para que cada día y cada noche entre gusanos y tierra putrefacta, esta ciudad fallecida me dejara devolver, me encontrara revolver.
Y de algún modo así me desenterré. Y de otro modo así más me profundicé.
Como lagartija me expuse a quienes me quisiesen exponer, a quienes me quisiesen acaso encontrar. Mas en las arenas de los yacarés las huellas no hallaron forma alguna de traducción: Como sea, dejé entre gente baldía las escamas de mi voz, y en el aire viciado un vuelo rasante como de ave inatacable. Y esa palidez espectral que me disfrazaba el alma, la combatí con el sol magnético que alienta al sueño, que me apuró a darme cuenta de mi sueño mal soñado, como es fue eso de intentar volver, de algún modo volver para de algún modo volver a ser. Y llegada la sombra de los incautos, me concentré en mi rojo camino y sin ceremonias, sin estruendos, sin rencores de todo, de nada, para todos para siempre me alejé.
Y de este modo final creo así me resucité.
Luego, en Buenos Aires de vuelta, en un viaje de vuelto, por Corrientes devuelto, sé que nada me queda ya: Prendidas, prendadas entre mis prendas viajaron las miserias de pasado más pasado que se acumulan, que sobrecargan, que nunca aprenderé a desechar. Y en los restos de aquella ciudad que ya no importa, que jamás importa, que sólo sabe exportar, he dejado como testamento, como tesoro sin mapas algunos cargos como trucos de magia que alguna vez otros algunos sabrán acaso apreciar. Lo demás ya no cuenta. Ya no quedan cuentas, vueltos o esperanza. Corrientes, revuelto me has devuelto. De nada sirve soñar con regresar.
M.

martes, enero 24, 2006

Perpetuum Mobile

cada cual manifiesta su verdad y entonces tiene derecho a ahorcarse
Alejandro Fouquet

Lo cotidiano es que obremos como Judas Iscariote. Que al precio de treinta monedas vendamos el alma en lo que dura un día. Sólo así cada cual tendría también algo de Jesucristo. Y poseería en la misma medida el derecho de emprender un calvario o de ahorcarse para manifestar la verdad que le es propia. Ya que habría todas las veces la promesa de una muerte por la ignominia y una resurrección por el dinero.
Para Fabi que de tanto oírnos renegar de Corrientes
terminó por adoptar nuestra herejía
A.

martes, enero 17, 2006

Ni frustrados

Otra dulce velada comparto con ustedes: nueva literatura o neofariseísmo. Otra vez con la imbécil muchachada que mantiene vigente su pobreza. ¿Acaso mis queridos creen ustedes ser parte de la gloria del círculo de Weimar, de Jena? Quemar sus libros ni siquiera sería un acto de justicia. ¿Esos papelitos deshonrados son los que llevan para hacerse pasar por artistas en el interior de la provincia? ¡Si es como para echarse excremento y no parar de reír! Para escribir sobre su mediocridad, generación inmensa de pobretones a la pluma, debiera prepararme para trescientos volúmenes. ¡Grandísimos cobardes! ¡Acéptenlo! ¡Si los conoceré...! ¿Han olvidado que en Logomaquia renunciaron a considerarse verdaderos artistas y más de uno hasta se orinó mentalmente del pánico que le produjo la propuesta de Adriano Duarte y la mía?
Y de pasada quisiera referirme al tristísimo recital antipoético que dieron en Virasoro, sobre todo algunos que hoy reniegan de su pasado en Logomaquia cuando por aquellos años ya no sabían si leer cuentos infantiles o ver telenovelas con mamá. Sé que hasta se prosternaron cuando el humorista de Ceballos se jactaba de ser un pésimo escritor, un señor de letrina en boca y un falso José Sacristán. Como era de esperarse, nueva literatura fue asquerosamente obsecuente, al punto de igualarse a reidores que este payaso-escribidor hubiese contratado a fuerza de sostenerse como otro ídolo de barro más.
Párrafo aparte merece (lo único que merece) usted señor Augusto Enrrique y la vileza y la bajeza con la que se dirige a su pasado en Logomaquia. ¿Con qué autoridad habla usted que se acompaña de lo peor de la fauna farisea? Desagradecido y desconsiderado como usted sepa que no hay, y sepa lo más importante: usted no es poeta y carece de estatura por completo, por algo fue uno de los primeros en subirse al caballo del comisario cuando en Logomaquia éramos otros los que supimos llevar en alto el nombre del grupo. Ahora, por favor, permítame una sugerencia: levántese temprano, corte el pasto de su patio, y mientras, a dicha acción, agrégele recitados y frases de otros, de los que copió y copia en su paso por Logomaquia. ¡Por lo demás ha de ser nueva literatura, pero bajo el signo infame de Judas Iscariote! ¡Defectos del destino pensado por un idiota que tuvo lástima!
Borges, cita a Plinio, diciendo por boca de éste, que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno. Es un acierto hasta temible, pues Plinio, con dotes de visionario, sabía que la "nueva literatura o los seguidores de Caifás", habrían cuando menos de colocar puntos y comas correctamente, aunque todavía lo sospecho. Mejor no pudo haberlo pensado y escrito Pessoa: "Un genio pequeño alcanza la fama, un genio grande recibe la infamia". No es nada personal, en cambio saben a qué me remito con la cita anterior.
¿Lo sabrán?
Fouquet

jueves, diciembre 29, 2005

En llegando

Corrientes: ahí voy a estar de nuevo. No pienso reclamarte nada. Tampoco espero nada. Aquellos que han estado desde antes han de seguir ahí donde los he dejado. Y a aquellos otros con los que me he topado sin preverlo (hermanos exiliados en su propia patria tierra) acudiré para restituirles el favor de devolverme a la memoria cada tanto. Corrientes: me pregunto por qué sos triste siempre. Por qué te empeñás en petrificar a tus hijos como Pompeya. Por qué te obstinás en ahogarlos como Atlántida.
Corrientes: sos una ruina turística para mí.
A.

sábado, diciembre 24, 2005

Nueva Buena Nueva

La razón hubo de encontrar en la violencia de la vida una objeción contra la vida misma. Quiso luego reparar aquel vicio normativo aplicando la ortopedia del método. Desde entonces la vida ha pasado a ser un teorema que solamente se demuestra por reducción al absurdo.
Tampoco la pasión supo empujar su rebeldía mucho más lejos. En disputa con la razón por la conquista de sus privilegios quiso ocultar el acceso a la vida con el velo del misterio. Y a la llave de esa entrada la denominó con un equívoco nombre: amor. Desde entonces la vida ha pasado a ser también una implacable telaraña.
De este modo nos hallamos aquí y ahora. Abandonados a la más turbadora desesperanza. Pero aún no se resignen. Pues he aquí que traigo para el mundo la nueva buena nueva. ¡Hermanos míos: el porno salva!
A.

viernes, diciembre 23, 2005

Ergo

Demoliendo el pan amargo que debió ser dulce, la masa se adhiere a la encía con aires de eternidad. Soy la Morsa, y por eso mis colmillos apuntan al sucio suelo. Ahora es que pretendo el sofismo de mis contemporáneos y la medicina de mi Barrio.
Casi Todo, mas siempre Nada.
Pues, caído, envenenado, como Alejandro en una Babilonía falaz, es que encuentro mi pesar más hondo que de costumbre. Pero también más sabio.
Necesito (y decirlo ya no cuesta sino el movimiento de unas teclas) de las almas. Porque dependo, con vergüenza lo confieso, que me acompañen. Ya no habrá finales felices ni canciones optimistas. Coelho fue al Banco a cobrar otro cheque. A Bucay lo uso para sostener la pata de la cama.
Intenté, a lo largo de los años, construir refugios en los que nunca aparté un lugar para mí. Siempre fui el Filósofo que estrujaba contra su pecho a los Tristes. Siempre me gustó contemplar el dolor con un halo de majestuosidad. Pues, supuse que bajo los ojos rojos se hallaban los secretos de la vida.
Ahora, que soy yo el que llora, el callejón está desolado. Nadie ha acercado, siquiera, una galleta de la fortuna con mi nombre. Ni un beso de comprensión. Nadie. Y lo que es peor aún armé un silogismo que me suena muy acertado:
Pasé la vida tratando de hacerlos sentir bien.
Estoy sólo cuando los necesito.
Ergo, toda acción es inútil.
Y, aún vencido, aún estrujado, asevero que en alguna ciudad lejana, me aguardan algunos seres que quieren estrecharme abrazos. Que aún quieren oírme repetir Literatura Redundante. Que aún quieren creerme mentiras. Que aún me quieren.
Es sólo una ilusión. Sin embargo, estoy con ansias de suspender la incredulidad, en caso de que mis palabras reboten contra el techo.
Pues los Escritores hacen la Literatura.
La Literatura es Ficción.
Ergo, soy Escritor.
E. D.

martes, diciembre 20, 2005

Impotencia

Reconozco que me ha costado años reconocerme. Me he mirado al espejo y mientras todos me señalaban sólo veía el espectro de un lumpen. Mi camino transitado ha sido de minusválido sobre rocas. Con las rodillas gastadas, me inicié en la búsqueda de algo que callara a mi conciencia -en deuda- por haberme abandonado. No quiero estimaciones, intimaciones ni rechazos. Soy neblina, no pretendo ver la luz. Prefiero despreciarme en ella. En las vías rotas, hoy carece de hoy y la vida muere de siesta. Los zapatos de este lugar no tienen mi horma. Pavimento roto, no de crujiente calor, sino de impotencia ante tanto (tanto) estatismo. Creo en hormas expectantes, en la mucosidad de los incautos, en el texto de vida perdurable. Asumo mi condición de no pertenecer. Ansío poder irme a ninguna parte.
Rose

Impresiones de nieve en el calor o Acerca de las fiestas de fin de

Diciembre
Diciembre, falta muy poco: escucho que dicen. Adelgaza ante los ojos espectadores un almanaque desfalleciente. No queda ya fuerza ni necesidad para tratar de retener las cornisas de 2005. Se anuncia el ocaso que precede al final. Aquí y allá y en todas y en ninguna parte, hay luces que ciegan el alma ciega: Es, al menos eso proclaman, parece Navidad. Hay cartelones vociferantes de Felices Fiestas. Cuáles Fiestas, las que anuncian la Navidad de nuestro Gran Dios. Algo parece revolver el espíritu, si es que acaso tal cosa llegara aún a existir: El Espíritu Navideño viene entonando triunfo, acelerando reverencia, pisoteando terreno, virando hacia el inicio, revirando hasta el final. Nadie queda a salvo de su influjo. Estos son los tiempos de la Esperanza. Los tiempos de la Fe. Los tiempos de volver a Dios, por Dios, en Dios a creer.
Diciembre, escucho que dicen: Falta muy poco para Navidad
Sin embargo, escuchen que digo: Es sólo otra navidad, son sólo las felices fiestas del consumo, de los consumidos, de los vacíos. Se advierten los agujeros de los huecos que atenazan su fe en la renovación, la renovación de su Dios innumerable. Porque es Navidad escucho los huecos que dicen: Celebremos el nacimiento de nuestro Dios personal. Ya no alcanza con uno, hace falta una legión. Ahora yo les digo: No les crea. Dios hace mucho o hace poco pero hace, ya se ha aburrido de renacer, o de multiplicarse en este mundo que le salió mal. Y ya no tiene tiempo o ganas de volverlo a intentar.
Pero es Diciembre, escucho que aún insisten: Debemos festejar.
Entonces, escuchen que les digo: Si acaso hoy existe algo válido como festejo, del típico festejo humano de celebrar lo equivocado por que alguien así lo dispuso, entonces festejemos esto: Nuestra independencia de Dios. La expulsión de Dios, hasta en su forma más lejana: la expulsión de toda fe. Festejemos, incautos, el triunfo del hombre por sobre la divinidad. O mejor: El triunfo de la humanidad desteñida hasta su merecida desaparición.
Porque por acá ya no se escucha, ya no cree en nada. O sí. Escuchen que digo:
Yo aún creo en el año final.
Éxodo o Funeral
Navidad.
El reloj apremia en cuenta regresiva, mas mi pesebre ya no cuenta integrantes. Los camellos, los reyes, el niño, todos se han ido. Observan desde ultramundos sin ver, acaso sin importar. Y aún yo espero en las penumbras del árbol, sentado bajo la copa, entre copas, un muñeco para modelar.
He pedido una bicicleta a un Padre Noel que de argentino poco registra, se jacta de su oligarquía bien atendida, hincando un tenedor en el lomo cadáver de un reno, un plato exótico, digno de su condición. No tendrá entonces tiempo para mí, para mi inocencia fatal. La inocencia es un objeto de burla: Hoy el padre noel, los reyes magos de la nada, el niño ausente, las sombras del árbol vacante, todo y en todo lado se han reunido a burlar: Se oye el estruendo de sus risotadas como petardos propiciatorios de la nueva era: Panza masiva, excesos, desinterés. Y mientras, los niños salen a pedir, a exigir el regalo olvidado, que se dispone en bolsillos de señores de avenida, de negocios clausurados, servidos para la súplica, para el arrebato, para qué más; y mientras, los pibes descerebrados salen a servirse de las divinas tentaciones de la noche como son esas nenas descerebradas embebidas en y con alcohol, con alcohol que sabe quemar; y mientras los otros, esos otros huecos se ufanan de los excesos que paga el dinero fácil en agenda disponible, y se pasean abstraídos de la bruma que no se ve, pero los va matando, los va a matar; y mientras todo, la inocencia, la alegría, la esperanza tal vez no regresen esta noche, ni ninguna noche más. Tal vez para estos mocosos, descerebrados, huecos de bolsillo lleno, para todos nosotros, tal vez sea lo mejor. Porque nada o nadie les va a recordar el funeral de los dioses muertos, el retiro de las divinidades hacia los ultramundos desde donde a nadie van a proteger, desde donde a nadie irán a conformar.
Y a mi qué me queda por esperar: Acceder al festival de los incautos o atenazarme en el dolor de un día más que se pierde fuera de festejos, nulo de esperanza, imposible de recuperar. Cenar la carne prohibida, embriagar una sidra en mi propio infierno, llorar y cantar abrazado a mi círculo, acaso sean ésas las perspectivas que me motoricen una vez más. Pero como siempre, como nunca, tal vez esta vez me conforme con los anuncios ya por mí conocidos mas nunca por Alguien revelados: Dios ya no existe, el pan dulce es más amargo, y me regalaron un año más para sobrevivir.
Para navidad de 2005 ya hasta me parece bastante pedir.
M.

miércoles, diciembre 14, 2005

Un indicio que se revela

Enseñaban los iniciados que el gran libro del mundo se escribe con caracteres enigmáticos. Que cada palabra compone una clave desbaratada únicamente para el infiel. No por nada la denominación de El Bazar entremezcla con sonidos que son como el humo y el desatino un sordo significado. No por nada esa inaudita recopilación de rosas aparentes, de pocillos con dedicatoria, de crucigramas incompletos, de elefantes de porcelana esconde la mención de la palabra que ha otorgado nombre al destino: azar.
A.

martes, diciembre 13, 2005

Sobre El Bazar

Hay puertas. Llaves. El dilema es que rara vez coinciden las unas con las otras. Y cuando lo hacen, los cuartos sólo pueden verse lo que dura un parpadeo.
No es tan malo.
Hay que considerar que la felicidad y la alegría son efímeras. Hay que considerar que pocos son las manos que nos sostienen cuando caemos. Pocas son las tardes en las que uno le hace El Gol a los ingleses. Ningún sueño se cumple. Al menos en la forma que queremos.
Sin embargo, suele suceder que por ahí, el Guarda está muy hambriento. Y al entregarle un hueso, consigue uno que lo dejen saborear el olor de los juguetes y los zapatos nuevos, las flores recién cortadas, el cuello de las mujeres, los libros amarillentos, y el agua fresca en verano.
Claro está que, al acabarse el soborno, los malditos expulsan al que ofreció el expendio, con improperios y patadas en el culo.
No hay melodías más sinceras, ni frases más bellas, que las que uno oye en el Bazar. Muchos Cazadores de Sueños han intentado el asalto liso y deliberado de dicho lugar. Fracasaron. Pues, la seguridad es extrema, y a la vez invisible. Nunca se sabe que mono de peluche lo irá a delatar a uno con un movimiento de platillos. O qué trencito empezará a tutuar en medio de la oscuridad.
No sé si lo que vi fue real o simple conjuro del Dueño. Mas, ya es casi imposible encontrar a personas que refieran algún tipo de leyenda sobre el Bazar.
Esta tarde, cuando pasé frente a su opulenta vidriera, del brazo de mi Chica, le propuse que cambiáramos todas nuestras pertenencias por una simple ojeada dentro de, aun más no fuera, la habitación más humilde. Ella me soltó, me dijo que estaba loco, y se subió al auto de uno de los Cajeros que había terminado su turno.
E. D.

viernes, diciembre 09, 2005

Dedicatoria

A quienes nos han acercado su palabra vehemente: agradecemos la intensa espera, la exigencia generosa, la impaciente crítica. Poco a poco iremos sumando más réplicas. Poco a poco se irá comprendiendo por qué tomamos demasiado y aún así parecemos todavía insatisfechos.
A. / M. / E. D.

Para una vindicación de los blasfemadores

¡Ahí estáis ya, amigos! - Ay, ¿es que no es a mí
A quien queríais llegar?
NIETZSCHE. Desde altas montañas.

1
La fidelidad germina más propiamente en el acto de herejía antes que en el ritual apostólico. No se trata de repetir el principio una vez tras otra sino de comenzar todas las veces desde el principio. Un camino coagula misales y registros civiles. El otro derrama lo inasible como el agua que la mano no alcanza a sostener demasiado. El arte del cartógrafo quizá sin error pueda ser llamado bello. Aunque desmerece ser llamado fiel. Pues no cabe una división política para la figura que por un breve instante adopta una nube pasajera, la mancha de aceite en un charco, las sombras que animan el muro nocturno: bien lo sabe el que las lee sin pestañear.

2
No por nada Nietzsche afirmaba su parte de ascendencia polaca. Contemplen si no como los alemanes fueron quienes lo malentendieron más enjundiosamente que ninguno: por ahí circulan todavía a modo de ejemplo esos arduos volúmenes homónimos en los que Jaspers y Heidegger se afanaron con el mismo ímpetu con el que se empeñaron en sostener los torpes andamios del existencialismo, esa especie de ejercicio de escolástica atea en pleno siglo XX.

3
Deleuze dice: Nietzsche ha denunciado el subsuelo negativo en el que arraiga nuestro modo de entender el mundo. Deleuze dice: la filosofía contemporánea traiciona la palabra de Nietzsche cada vez que la evoca. Pero casi como sin querer Deleuze también dice: Nietzsche ha entretejido metafísica. Es cierto que supo develar el trasfondo que anima la verdad. Pero con gran estilo no ha conseguido más que reducir al aforismo aquello que con paciente erudición se acopiaba en las Summas. Si ha hablado del eterno retorno no fue más que para devolvernos reconciliados al devenir y al ser. Por medio de la voluntad de poder ha conseguido reestablecer a la ontología de su blando desmayo. La muerte de Dios ha sido proclamada a fin de recuperar un sentido (más allá del sentido de la historia) para la historia (de la cultura europea occidental y cristiana). E irremediablemente asoma al horizonte de aquella historia el superhombre como su nuevo ideal... Es así como de un solo golpe el Anticristo no ha dejado florecer en torno de sí un solo anticristiano. Pero por obra y gracia de Deleuze no obstante su sacrificio permitirá fundar y propagar los preceptos de un anticristianismo que se enredará en lo literal de las palabras como en su propia telaraña.

4
Cuánto de rapiña puede haber en una idea, en un argumento, en una oración inédita. Si bien lo que unos digieren al punto de hacerlo carne de su propia carne otros lo añaden a su piel desnuda como un disfraz que asumen para mimetizarse.

5
Guiados por la senda que Dostoievski les prepara, Berdiaev y Chestov tropiezan -cada cual por su lado- con el peregrinar del ateo Zarathustra. Sin desviar luego sus caminos desiguales los dos se abren paso en el terreno del cristianismo a fuerza de derrumbar ídolos santificados. A poco de estallar la Revolución uno y otro es condenado al destierro por negarse a comulgar con el catecismo comunista. Después de hallar asilo en Francia se declaran en abierta querella con el catolicismo. Oponen las enseñanzas de los místicos a la teología racional, las provocadoras doctrinas de la gnosis griega a la escolástica latina. Berdiaev postula el cercano advenimiento de una nueva Edad Media y con ello el inaudito nacimiento de un hombre capaz de crear a imagen y semejanza de su propio Creador. Chestov alude al certum est quia impossibile de Tertuliano para colocar en cuestión el valor de la verdad cuyo secreto trasfondo entraña la caída del hombre por la tentación del conocimiento. Cabe rastrear en uno la huella del superhombre. El otro hace suya la sospecha sobre la voluntad de saber. (Ninguno ratifica sin embargo la muerte de Dios. Si bien tampoco ninguno la desmiente: no ignoran que aplicando el mismo ejercicio pedestre es como se ha conseguido probar su existencia o su inexistencia). Heresiarcas inactuales, afirman ambos a Zarathustra para hacerse heterodoxos. Y reniegan de él para convertirse en fieles.

6
Entre 1869 y 1870 un joven catedrático de Basilea se empeña en rastrear el significado inicial de la tragedia. El libro que publica uno o dos años más tarde (El nacimiento de la tragedia, 1871) recoge una suerte de hallazgo temprano. Todavía empañado por el genio de Shopenhauer y la vehemencia de Wagner, intuye no obstante que su conquista se coloca ante el umbral de un descubrimiento mayúsculo. No sólo devela un sentido inédito en aquel fenómeno de la cultura clásica. Casi sin saberlo sugiere además un método que desbordará muy pronto el objeto al cual se acotaba en principio para invadir lo (demasiado) humano: escrutar la vida con la óptica del filólogo. Noventa y cinco años después -en plena siesta de primavera existencialista oficiada por Jean-Paul Sartre- un profesor universitario dictamina (Las palabras y las cosas, 1966) que el hombre es apenas una invención reciente. Como su predecesor también rastrea el sentido en la historia. Como su predecesor aplica lo mismo un método que sobrepasa la circunscripción de su objeto ordinario: indagar lo humano con mirada de arqueólogo.

6 bis
En medio de una época todavía ocupada en medir la cantidad de metafísica, de racismo o de modernidad verificables en Nietzsche, Michel Foucault habrá de emprender no una mera exégesis sino su traducción. Y como en otro tiempo procedían los romanos a la hora de transcribir los textos griegos, reemplazando el nombre del autor original por el del conquistador aunque dejando intacto el manuscrito (no como gesto de agravio sino más bien como reverencia), así también Foucault refundirá un único término ajeno al idioma de su siglo: la palabra poder.

7
El metro que uno emplea para medir al otro depende de la medida de su mirada. Sólo el hombre miope se halla siempre rodeado de semejantes: en torno de él no distingue al burro del hidalgo. Dirá no obstante lleno de orgullo que su palabra es literal. Cuando en verdad se tratará más bien de una interpretación ajustada a su mezquino alcance. Cuán penoso de observar resulta para el hombre de mirada distante el afán con el que un miope persigue la fidelidad. Y que si no cada cual juzgue por sí mismo: ahí está presente como prueba la palabra de Nietzsche para todo aquel que se atreva a leerse.
A.

miércoles, diciembre 07, 2005

Bienvenidos a El Bazar

Alguna oportunidad he tenido de irrumpir en El Bazar. Me avergüenzo de no haber podido acaso franquear la entrada. No hay razón cierta más pusilánime que ésta: mis bolsillos declaraban Peso y 50: memoria insuficiente para realizar transacciones. Abucheado por la mirada expectante de una Doña exangüe, me alejé de todo aquello, tal vez comprometido a pagar semejante deuda con el muchacho aquel que en una noche de copas me reconoció los no-límites del Universo. Pero no me sobró dinero como tampoco tiempo para otra invitación: Me fui, me volví presa, preso de esta ciudad copulada. Y por estas rutinas sangrantes, ruinas andantes, me reconocí un día cualquiera un tanto más efectivo, quizás un tanto con más.
Efectivo.
Y he entonces que acuciado por la revancha, condenado por el olvido, me le animé a otros, a estos, a unos bazares conurbanos donde el stock excede la imaginación: Jamás vislumbré siquiera una parte de aquel Aleph de cabotaje que un tal Esteban Daniel una noche de un día me anunció.

El Secreto del Universo
se esconde en un Bazar
de Todo por 2 Pesos

Y por estos días de noche, hundido, cercado, cerca de una dirección que Borges declaró como el todo de la nada, me pierdo hasta el dolor de no haber aún resuelto, aún abolido el enigma que me consume: ¿Qué he venido a hacer en la furia, lejos de todo, de todos, de mí? Corrientes es una bestia como esfinge que bosteza sus promesas, que me invoca en esas promesas reveladas entre copas, entre dientes, entre demonios. Promesas encriptadas entre siestas de monoblocks desiertos, de barrios drogados, de calles sin luces, sin luces de pertenencia…
Corrientes, yo no te pertenezco. Corrientes, vos no me dejás lugar.
Pero aún a veces entre sueños, porque aún a veces me persiguen los sueños, aún a veces sueño con por qué no volver. Aunque Corrientes nunca me vuelva efectivo, efectivo de todo por 2 pesos, y más. Aunque mi patria no me dé más vueltos. Aunque yo ya no pueda dar más.
Pero aún me viene quedando El Bazar.
M.

sábado, noviembre 26, 2005

Lo que le debo al payé

1
Logomaquia me ha demostrado que por las venas de mi generación corre una fuerza creadora inaudita. Sin embargo también me ha enseñado que esa misma fuerza no supo dar en el blanco. Cada vez que se lanzaba un disparo quedábamos aturdidos por el estallido y creíamos que en eso consistía la meta. Lejana y sin comprobar se perdía en tanto la trayectoria de la bala. Si por casualidad atravesaba un muro o más bien abollaba un tacho no lo advertimos nunca.
Son muchos los males que el ruido de las detonaciones acarrea. El principal me parece esa cualidad que comparte la explosión con el espejismo. No es raro que un peregrino distinga tajamares en el horizonte. Pero si tiene la suficiente cordura no habrá de arrojarse desesperadamente a alcanzarlo. En este sentido Corrientes me recuerda a un desierto. Lástima que muchos de los que irrumpen su arenal la más de las veces recorren círculos. O bien se lanzan desaforados a la conquista de espejismos.

2
No sé lo que la nueva literatura sea. En todo caso puedo decir que conozco solamente a los que fielmente me siguieron en otro tiempo mientras yo perseguía tajamares ficticios hasta morir de sed. Fuera de estos pocos, el número de los que la completan se me hace indefinido lo mismo que el de los pájaros por medio de los cuales Borges infiere en un cuento memorable que Dios existe. Aunque su rumor me llega a ratos con el mismo falso estruendo de los cohetes. Y en cuanto a lo que a Dios se refiere, admito que tampoco creo que exista.
Al menos para mí es evidente que Corrientes sigue siendo el mismo vasto desierto. Mirar de lejos como ahora me ha ayudado a comprenderlo. Pero no por eso la juzgo menos fecunda ni reniego de ella como patria. Más aún: la amo precisamente por esa peculiar capacidad que posee de tender en su horizonte una trampa tan sutil.

3
Si mi generación un día ha de conquistar el mundo será porque antes hubo triunfado sobre las tentaciones del desierto. No voy a negar que mi generación posee la energía suficiente. Pero lo cierto es que esta tarde me inclino más bien a mirar las cosas con ojos desconfiados: creo más en el malicioso influjo del calor, de la siesta, del espejismo. Sobre todo porque aún así a la distancia lo sigo sufriendo.
A.

Recapitulación

Veníamos ensayando lo mismo que en un ajedrez surrealista. Pero ahora que puedo leer en conjunto nuestro primer cadáver exquisito noto algo que a fuerza de repetirse se ha convertido en estribillo: el descontento. No se trata de protestar aquí por lo que Corrientes nos ha concedido sino al contrario: por todo aquello que todavía no sabe o no quiere concedernos.
A.

miércoles, noviembre 23, 2005

Ecce Homo

Ciudad de hijos de puta. Rebosan en los umbrales, en las esquinas. Aún así, me quedo. Les compadreo un rato y no lo entienden. Jaja, hijos de mil puta. Hijos de mil puta. Qué gente de mierda. Cultura de pelotudos. Manga de hijos de puta. Y váyanse todos a la concha de su madre. Corrientes, te falta vida, te sobra mierda. Subite al ring

Culpas lavadas
Omision de utopías
Ríos frondosos
Ruinas del arte
Ingeniosos estúpidos
Estrellas plásticas
Nula empatía
Tugurios de inmundicia
Esta ciudad, la mía
Se ahoga en la mierda...


Esteban.

domingo, noviembre 13, 2005

Homenaje

Borges postulaba que la totalidad de lo que es podía encerrarse en los volúmenes de una biblioteca cualquiera. Sin embargo, un muchacho se anima hoy a corregirlo con paciente dignidad. Y recita despacio mientras mira como las Mil Viviendas se hunden en la tarde igual que una Roma decadente:

"¿Dónde sino se reúne todo el universo
si no es en un bazar
de todo por dos pesos?"

Esta va para vos, Dani.

A.
M.

sábado, noviembre 12, 2005

Dos

Qué daría hoy este genio por compartir tal vez hoy este retazo de semana que nos encuentra silencio: Hoy es silencio en el mundo y este genio, hablando con muecas ininteligibles te somete a este interrogante fatal: ¿Qué darías hoy por este genio? ¿Vale el dolor de lo mucho que te perdí? ¿Recordarás acaso tras el olor a máquinas muertas que alguna vez yo te pertenecí? Qué lejana sos en la memoria rápida, aquella que no te ansía mantener por tan desaconsejable: Qué hará ahora este genio, que haré yo. Estamos lejos, estás caída, estoy de pie.Corrientes, ¿qué daría hoy este genio por vos? (Tal vez deba) pisotearte para poder avanzar.
M.

Uno

Un día, aunque tal vez fuese una noche, me aburrí de extrañarte. Salí de cacería por entre luces cegadoras y gente infestada de velocidad. Supe mientras aletargaba un sueño que nunca me diste nada, porque siempre te postergaron, te dejaron interrumpida, estancada en la cultura mezquina de un tiempo enano, chato, olvidado. Y noté la inutilidad de quererte. Descubrí una calle con tu nombre: una herejía de progreso que no respeta tu última voluntad: Corrientes: estás condenada y yo desde lejos supe, sé que no tengo buenos aires como salvador. Te miré en mi memoria. Doblé el obelisco, te puse en un bolsillo y te dejé atrás.
Una noche, aunque tal vez fuese un día, reconocí que no te extrañaba. Y con harta indiferencia te dejé ir. Mas no te instruiste en la obediencia. Corrientes: nunca aprenderás. Nunca aprendiste a marcharte, a relegarte del todo, de la nada dentro de mí.

M.

viernes, noviembre 11, 2005

Este es el nuevo principio

Éste es el nuevo principio. Siempre o nunca es el comienzo, mi comienzo. Ya desde antes, desde el todo, ellos sentenciaron mis costados, mis esquinas, como continente de sombras. Y no fue complicado adherir sus postulados. Me notifiqué, me justifiqué sombra y como y de entre sombras me arrastré por un submundo pordiosero retenido en oscuridad. Y hasta aquí llegué. Y ellos rieron de mi desamparo. Porque nunca vieron a Dios pateando tachos de basura, comiendo de la bolsa de los gatos. Pero acosado por monstruos edilicios, acusado por la no-pertenencia, me animé a de nuevo comenzar. Encontré una pared sin enmiendas y me ordené horadarla con la palabra que aún no se ha dicho por no haberse aprendido jamás.
Ahora he vuelto. Soy la piedra que injuria al ladrillo. La tinta que sangra fuera del muro. Y ya no escucho risas. No me interesan. Porque ahora soy una palabra que define la condena, el insulto, la impiedad, el exilio. Pero soy ante todo, ante nada, la palabra que evoca al extranjero de todo lugar, el que ha sido enviado con su barca y su moneda: Aqueronte es de nadie y simpatiza conmigo. En la orilla Cerbero latiguea su lealtad. Entonces vuelvo al principio: Soy he vuelto a volverme texto. El texto imperecedero que me devuelve, me vuelve al principio: Al siempre comienzo. Al nunca final.
¿Sabe usted lo que quise decir?

Marcelo.

jueves, octubre 27, 2005

Libros

Al menos que yo sepa, nada hay que se pueda llevar a la muerte consigo. Ni siquiera ese pobre yo al cual uno ha dedicado casi toda una vida para erigir sobre la arena. Si pudiera quebrantar esa ley dejaría con gusto que todo se consumiera en el lerdo fuego del tiempo. Menos mis libros. Más allá de mí, entonces, por encima de una memoria que nunca hace justicia al ausente, mi biblioteca hablaría en silencio de aquel que una vez fui. Pero eso sí: sin cometer el error (sin una vez más incurrir en ese error demasiado humano) de ser nombrado.
A.

domingo, octubre 09, 2005

Todo empieza ahora

Tanto he buscado. Allí donde una vez he estado había quedado mi nombre. Pero cada vez que vuelvo he hallado nada sin embargo. Como cuando por la tarde no queda ya sobre la arena rastro de la huella que se ha dejado por la mañana.
Pues bien, aquí estoy de nuevo ahora. En el principio. En la arena Leopold Bloom ha dejado escrito algo que el mar hubo de apurarse a borronear. Con todo no ha conseguido sin embargo otra cosa que crear un fragmento. Una ruina. O lo que es lo mismo: memoria.
I AM A
Yo soy un. Pero también esto: Yo soy A.
Adriano.
Buenos Aires, 8 de octubre de 2005