lunes, febrero 27, 2006

Bajo el puente

Observo el desamparo y tráfico de las bibliotecas que nunca leeré. Y las tardes azules que van luego al amarillo, luego al rojo, luego al negro. Y un teléfono que suena en una casa deshabitada y de golpe corta su pitido. Como si a veces alguien atendiera.
Aseguro que, salto al vacío es: el que dan los rencores y las penas en un vaso de licor de chocolate o en una copa de sidra. Muchedumbres belicosas que pelean contra las fuerzas del orden en los tugurios exiliados. Bebés que lloran en la nursery con las bocas ávidas de sustento.
Pregunto ¿cuántas migraciones soportó la zona en la que habito? ¿Cuánta glaciación y decoro? Nada más que puñados de trastos quebrados y manteles con salsa.
Y otra vez, cuestiono sobre las cosas que me aterran... Y bajo el puente, el linyera suplicó le diera aunque sea un último trago...
Un sorbo que supe amargo luego de que el presente me cortara las venas.
Porque los autos, camiones, bicicletas, caminantes, pasaban por arriba, y el río enfrente y el Otro se me antojan como inabarcables. Como ingobernables.
Como una osadía de la pena indisoluble que soporto con berrinches.
Como una alegoría de la vida invivible que me tocó en suerte. Que a veces me miente con terrones de azúcar, que confundo (adrede) con besos.
25-II-2006
E. D.