sábado, abril 22, 2006

Estertor de alegría

Un bloque de cemento rajado obstruye la entrada del planeta imaginario. Muecas de hastío se cuelgan de las jetas de los que pasan por ahí, con un cigarro y una botella de cerveza en la mano. Dicen que se debe poseer sortilegio o una llavecita de mercurio para comprender el Cosmos.
Su traspaso es inútil, me prometen.
No creo en la supernova más que en un caño que tira el Morocho en un potrero. Sé que oscilar es el vicio común de los Sabios. Mas, la inacción es el trago popular entre los Incautos.
Y el amor en las calles desangra sus pedidos de caricias.
Porque estuvimos en la costa de la ceguera y del brillo, pero sucumbimos ante lo magnánimo de las Ciencias. Y ella nos diplomó con honores por tanta alabanza.
Pero yo ya no creo.
Porque sé que encontrar placer en los suburbios es fácil, pero en las cúspides de la mitología todo tenía coste. Hasta el alma o la condena eterna.
Sea el precio que sea, yo me animo a pagarlo. Pues si alguien quiere paladear un poco de lo que la felicidad es, debe abonar la suma con números que nunca se han escrito, por colosales en cifras.
Aquí está mi aporte, poco más de doscientas ochenta palabras. Sumado a todo lo que Alguien me ha cobrado, por unas caricias que supuse eran el Amor.
Es lo que soy: Un Orgulloso Estafado que se jacta de haber perdido en todo lo que participó, pero que siempre tiene ganas de jugarse, aun más no sea por un beso, el alma.
Porque es la única forma de eludir la carga de ser Alguien y la vergüenza de saberse mortal.


Viernes, 0:27 A.M
03-III-2006
E.D