miércoles, diciembre 07, 2005

Bienvenidos a El Bazar

Alguna oportunidad he tenido de irrumpir en El Bazar. Me avergüenzo de no haber podido acaso franquear la entrada. No hay razón cierta más pusilánime que ésta: mis bolsillos declaraban Peso y 50: memoria insuficiente para realizar transacciones. Abucheado por la mirada expectante de una Doña exangüe, me alejé de todo aquello, tal vez comprometido a pagar semejante deuda con el muchacho aquel que en una noche de copas me reconoció los no-límites del Universo. Pero no me sobró dinero como tampoco tiempo para otra invitación: Me fui, me volví presa, preso de esta ciudad copulada. Y por estas rutinas sangrantes, ruinas andantes, me reconocí un día cualquiera un tanto más efectivo, quizás un tanto con más.
Efectivo.
Y he entonces que acuciado por la revancha, condenado por el olvido, me le animé a otros, a estos, a unos bazares conurbanos donde el stock excede la imaginación: Jamás vislumbré siquiera una parte de aquel Aleph de cabotaje que un tal Esteban Daniel una noche de un día me anunció.

El Secreto del Universo
se esconde en un Bazar
de Todo por 2 Pesos

Y por estos días de noche, hundido, cercado, cerca de una dirección que Borges declaró como el todo de la nada, me pierdo hasta el dolor de no haber aún resuelto, aún abolido el enigma que me consume: ¿Qué he venido a hacer en la furia, lejos de todo, de todos, de mí? Corrientes es una bestia como esfinge que bosteza sus promesas, que me invoca en esas promesas reveladas entre copas, entre dientes, entre demonios. Promesas encriptadas entre siestas de monoblocks desiertos, de barrios drogados, de calles sin luces, sin luces de pertenencia…
Corrientes, yo no te pertenezco. Corrientes, vos no me dejás lugar.
Pero aún a veces entre sueños, porque aún a veces me persiguen los sueños, aún a veces sueño con por qué no volver. Aunque Corrientes nunca me vuelva efectivo, efectivo de todo por 2 pesos, y más. Aunque mi patria no me dé más vueltos. Aunque yo ya no pueda dar más.
Pero aún me viene quedando El Bazar.
M.