martes, diciembre 13, 2005

Sobre El Bazar

Hay puertas. Llaves. El dilema es que rara vez coinciden las unas con las otras. Y cuando lo hacen, los cuartos sólo pueden verse lo que dura un parpadeo.
No es tan malo.
Hay que considerar que la felicidad y la alegría son efímeras. Hay que considerar que pocos son las manos que nos sostienen cuando caemos. Pocas son las tardes en las que uno le hace El Gol a los ingleses. Ningún sueño se cumple. Al menos en la forma que queremos.
Sin embargo, suele suceder que por ahí, el Guarda está muy hambriento. Y al entregarle un hueso, consigue uno que lo dejen saborear el olor de los juguetes y los zapatos nuevos, las flores recién cortadas, el cuello de las mujeres, los libros amarillentos, y el agua fresca en verano.
Claro está que, al acabarse el soborno, los malditos expulsan al que ofreció el expendio, con improperios y patadas en el culo.
No hay melodías más sinceras, ni frases más bellas, que las que uno oye en el Bazar. Muchos Cazadores de Sueños han intentado el asalto liso y deliberado de dicho lugar. Fracasaron. Pues, la seguridad es extrema, y a la vez invisible. Nunca se sabe que mono de peluche lo irá a delatar a uno con un movimiento de platillos. O qué trencito empezará a tutuar en medio de la oscuridad.
No sé si lo que vi fue real o simple conjuro del Dueño. Mas, ya es casi imposible encontrar a personas que refieran algún tipo de leyenda sobre el Bazar.
Esta tarde, cuando pasé frente a su opulenta vidriera, del brazo de mi Chica, le propuse que cambiáramos todas nuestras pertenencias por una simple ojeada dentro de, aun más no fuera, la habitación más humilde. Ella me soltó, me dijo que estaba loco, y se subió al auto de uno de los Cajeros que había terminado su turno.
E. D.

1 Comments:

Blogger Jorge Alberdi said...

Ahora los invito yo, que algo supe de publicaciones subterraneas.
Saludos

11:15 p. m.  

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