sábado, noviembre 26, 2005

Lo que le debo al payé

1
Logomaquia me ha demostrado que por las venas de mi generación corre una fuerza creadora inaudita. Sin embargo también me ha enseñado que esa misma fuerza no supo dar en el blanco. Cada vez que se lanzaba un disparo quedábamos aturdidos por el estallido y creíamos que en eso consistía la meta. Lejana y sin comprobar se perdía en tanto la trayectoria de la bala. Si por casualidad atravesaba un muro o más bien abollaba un tacho no lo advertimos nunca.
Son muchos los males que el ruido de las detonaciones acarrea. El principal me parece esa cualidad que comparte la explosión con el espejismo. No es raro que un peregrino distinga tajamares en el horizonte. Pero si tiene la suficiente cordura no habrá de arrojarse desesperadamente a alcanzarlo. En este sentido Corrientes me recuerda a un desierto. Lástima que muchos de los que irrumpen su arenal la más de las veces recorren círculos. O bien se lanzan desaforados a la conquista de espejismos.

2
No sé lo que la nueva literatura sea. En todo caso puedo decir que conozco solamente a los que fielmente me siguieron en otro tiempo mientras yo perseguía tajamares ficticios hasta morir de sed. Fuera de estos pocos, el número de los que la completan se me hace indefinido lo mismo que el de los pájaros por medio de los cuales Borges infiere en un cuento memorable que Dios existe. Aunque su rumor me llega a ratos con el mismo falso estruendo de los cohetes. Y en cuanto a lo que a Dios se refiere, admito que tampoco creo que exista.
Al menos para mí es evidente que Corrientes sigue siendo el mismo vasto desierto. Mirar de lejos como ahora me ha ayudado a comprenderlo. Pero no por eso la juzgo menos fecunda ni reniego de ella como patria. Más aún: la amo precisamente por esa peculiar capacidad que posee de tender en su horizonte una trampa tan sutil.

3
Si mi generación un día ha de conquistar el mundo será porque antes hubo triunfado sobre las tentaciones del desierto. No voy a negar que mi generación posee la energía suficiente. Pero lo cierto es que esta tarde me inclino más bien a mirar las cosas con ojos desconfiados: creo más en el malicioso influjo del calor, de la siesta, del espejismo. Sobre todo porque aún así a la distancia lo sigo sufriendo.
A.

Recapitulación

Veníamos ensayando lo mismo que en un ajedrez surrealista. Pero ahora que puedo leer en conjunto nuestro primer cadáver exquisito noto algo que a fuerza de repetirse se ha convertido en estribillo: el descontento. No se trata de protestar aquí por lo que Corrientes nos ha concedido sino al contrario: por todo aquello que todavía no sabe o no quiere concedernos.
A.

miércoles, noviembre 23, 2005

Ecce Homo

Ciudad de hijos de puta. Rebosan en los umbrales, en las esquinas. Aún así, me quedo. Les compadreo un rato y no lo entienden. Jaja, hijos de mil puta. Hijos de mil puta. Qué gente de mierda. Cultura de pelotudos. Manga de hijos de puta. Y váyanse todos a la concha de su madre. Corrientes, te falta vida, te sobra mierda. Subite al ring

Culpas lavadas
Omision de utopías
Ríos frondosos
Ruinas del arte
Ingeniosos estúpidos
Estrellas plásticas
Nula empatía
Tugurios de inmundicia
Esta ciudad, la mía
Se ahoga en la mierda...


Esteban.

domingo, noviembre 13, 2005

Homenaje

Borges postulaba que la totalidad de lo que es podía encerrarse en los volúmenes de una biblioteca cualquiera. Sin embargo, un muchacho se anima hoy a corregirlo con paciente dignidad. Y recita despacio mientras mira como las Mil Viviendas se hunden en la tarde igual que una Roma decadente:

"¿Dónde sino se reúne todo el universo
si no es en un bazar
de todo por dos pesos?"

Esta va para vos, Dani.

A.
M.

sábado, noviembre 12, 2005

Dos

Qué daría hoy este genio por compartir tal vez hoy este retazo de semana que nos encuentra silencio: Hoy es silencio en el mundo y este genio, hablando con muecas ininteligibles te somete a este interrogante fatal: ¿Qué darías hoy por este genio? ¿Vale el dolor de lo mucho que te perdí? ¿Recordarás acaso tras el olor a máquinas muertas que alguna vez yo te pertenecí? Qué lejana sos en la memoria rápida, aquella que no te ansía mantener por tan desaconsejable: Qué hará ahora este genio, que haré yo. Estamos lejos, estás caída, estoy de pie.Corrientes, ¿qué daría hoy este genio por vos? (Tal vez deba) pisotearte para poder avanzar.
M.

Uno

Un día, aunque tal vez fuese una noche, me aburrí de extrañarte. Salí de cacería por entre luces cegadoras y gente infestada de velocidad. Supe mientras aletargaba un sueño que nunca me diste nada, porque siempre te postergaron, te dejaron interrumpida, estancada en la cultura mezquina de un tiempo enano, chato, olvidado. Y noté la inutilidad de quererte. Descubrí una calle con tu nombre: una herejía de progreso que no respeta tu última voluntad: Corrientes: estás condenada y yo desde lejos supe, sé que no tengo buenos aires como salvador. Te miré en mi memoria. Doblé el obelisco, te puse en un bolsillo y te dejé atrás.
Una noche, aunque tal vez fuese un día, reconocí que no te extrañaba. Y con harta indiferencia te dejé ir. Mas no te instruiste en la obediencia. Corrientes: nunca aprenderás. Nunca aprendiste a marcharte, a relegarte del todo, de la nada dentro de mí.

M.

viernes, noviembre 11, 2005

Este es el nuevo principio

Éste es el nuevo principio. Siempre o nunca es el comienzo, mi comienzo. Ya desde antes, desde el todo, ellos sentenciaron mis costados, mis esquinas, como continente de sombras. Y no fue complicado adherir sus postulados. Me notifiqué, me justifiqué sombra y como y de entre sombras me arrastré por un submundo pordiosero retenido en oscuridad. Y hasta aquí llegué. Y ellos rieron de mi desamparo. Porque nunca vieron a Dios pateando tachos de basura, comiendo de la bolsa de los gatos. Pero acosado por monstruos edilicios, acusado por la no-pertenencia, me animé a de nuevo comenzar. Encontré una pared sin enmiendas y me ordené horadarla con la palabra que aún no se ha dicho por no haberse aprendido jamás.
Ahora he vuelto. Soy la piedra que injuria al ladrillo. La tinta que sangra fuera del muro. Y ya no escucho risas. No me interesan. Porque ahora soy una palabra que define la condena, el insulto, la impiedad, el exilio. Pero soy ante todo, ante nada, la palabra que evoca al extranjero de todo lugar, el que ha sido enviado con su barca y su moneda: Aqueronte es de nadie y simpatiza conmigo. En la orilla Cerbero latiguea su lealtad. Entonces vuelvo al principio: Soy he vuelto a volverme texto. El texto imperecedero que me devuelve, me vuelve al principio: Al siempre comienzo. Al nunca final.
¿Sabe usted lo que quise decir?

Marcelo.